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Por Javier Urrego Jiménez

 

Se sorprendía David Bushnell en su libro, Colombia: una nación a pesar de sí misma, de que el país a pesar de estar en una de las zonas más inestables del mundo nunca tuvo una dictadura comparable a la de otros países de la zona como Argentina o Brasil. Que nunca tuvo una revolución que triunfara como en Honduras o Cuba. Y que su crecimiento económico ha sido lento si se le compara, por ejemplo, con Singapur o Corea del norte, que pasaron en menos de un siglo de ser economías prácticamente feudales a gigantes tecnológicos. Como quien dice, en Colombia nunca ha pasado nada. Pero no es así. Los historiadores tienen material para llenar libros y libros de historia sobre el país. Más bien lo que señala Bushnell es algo que se repite eternamente y de la misma forma: que Colombia como una mula es reacia al cambio. No se sabe si va para adelante o para atrás. Ni raja ni presta el hacha… etcétera.

Colombia: el país de la eterna inmutabilidad

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   Decía Álvaro Gómez que Colombia es un país liberal que vota conservador. Y lo que para muchos fue sorpresa en las pasadas elecciones es más bien lo que siempre ha pasado en este país: nada cambia y simplemente nadie quiere cambiar nada. El cambio venía encarnado en la figura de Gustavo Petro, líder incontestable de la izquierda en el país (izquierda que por cierto nunca ha acariciado el poder) y que ya ha intentado llegar a la presidencia tres veces. Este cambio, como se dijo, no llegó, y es posible que en definitiva no llegue. En cambio Rodolfo Hernández, el cantaletudo exalcalde de Bucaramanga, fue quien dio la sorpresa. ¿Pero es Rodolfo el cambio?

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   Claramente la gente mamada de la amalgama derechosa y vergonzante del uribismo le hizo pistola a Federico Gutiérrez, otro exalcalde candidato, que no obtuvo ni la sombra de los votos presupuestados. Pero esto no significa que la vieja y tradicional Colombia haya caído. Esta todavía está representada, en amplia mayoría, en aquellos que votaron por Rodolfo, porque en últimas le temen al cambio que promete el exalcalde de Bogotá. A pesar de que muchos cacarearon que Rodolfo era la sorpresa, este no representa nada que deba sorprender. Sigue siendo la misma Colombia de la que hablábamos con Bushnell. Un país de gente colorida, misógina, homofóbica, racista, clasista, de una mezquindad sin límites y que se sienta en su culo a ver El desafío, cómodos en el statu quo, mientras el país va de pa’ bajo, ¿o de pa’ arriba? Ya ni se sabe.

 

 

5 de junio de 2022

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