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Por Javier Urrego Jiménez

 

Los historiadores suelen determinar el inicio y el fin de los periodos históricos no por las fechas de los finales de siglo sino por coyunturas. Así, el siglo XIX no termina en 1899 sino en 1919 con el final de la primera guerra mundial ¿Por qué? Porque con la primera guerra mundial termina la hegemonía de las monarquías en Europa. Un cambio que se venía dando desde la revolución francesa pero que solo se pudo concluir con el fin de la primera guerra mundial, en la que se disolvieron la dinastía Romanov, con la revolución rusa; el imperio Austro-Húngaro, que agrupaba a casi la mitad de los países europeos: Austria, Hungría, República Checa, Eslovaquia, Eslovenia, etc.; y el Imperio Turco-Otomano que también agrupaba lo que hoy son varios países de Europa y de oriente medio como Bulgaria, Hungría, Turquía, Egipto y demás.

El rey ha muerto, viva el rey

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     Pero una monarquía que, superficialmente, no pareció caer ni con la revolución francesa, ni con la primera guerra mundial, ni con la segunda, ni con la guerra fría llega hoy a su fin. Porque para nadie es un secreto que la figura de la reina Isabel era la monarquía entera. Una monarquía que queda hoy con un heredero marchito y que con las próximas generaciones desaparecerá. Porque se puede pensar que su heredero puede lograr lo que logró la reina Isabel en su momento que fue restaurar la confianza de los ingleses en la corona como lo hiciera en su tiempo La reina Victoria, tatarabuela de la hoy difunta Isabel Segunda. Pero bueno también la comparación es mezquina cuando se tiene en cuenta que durante el reinado de la reina victoria Inglaterra dominó casi todo el mundo conocido: La india, Hong Kong, Singapur, Birmania, Australia, Nueva Zelanda y en Sudamérica Las Islas Malvinas, entre muchos otros países. Además de ser ella la abuela de casi todos los reyes de Europa que participaron en la primera guerra mundial. No por algo el siglo diecinueve lleva su nombre. Ante la magnitud de lo hecho por su predecesora podríamos decir que la reina Isabel solo vivió para ver el fin de lo que fue en su momento el más grande imperio europeo.

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     Asistimos, entonces, al final del siglo XX. Porque ya no queda nadie que se pueda decir que fue determinante para algún acontecimiento de relevancia. Y es que con la muerte la semana pasada de Gorbachov quedó atrás la revolución rusa y la Unión Soviética. Ya murieron también Reagan y Bush padre, quienes también fueron artífices del fin de la URSS. Y eso solo pasó hace treinta años. Que para nosotros es mucho (más para mí que estaba en la paz de la inexistencia) pero para el tiempo histórico es más bien poco. De la gran Unión soviética de los tiempos de Stalin, que agrupaba lo que hoy son casi una veintena de países, no queda nada. Y los Estados Unidos también están en vías de extinción.

     Con tantas disoluciones e imperios caídos en menos de quinientas palabras se me antoja recordar un poema de un ilustre inglés, ajeno a las monarquías que no le suman nada a la existencia. Percy Shelley, el olvidado esposo de Mary Shelley, autora de Frankenstein, escribió un soneto titulado Ozymandias, que quiero citar en este momento porque encapsula, no sin ironía, lo que es para mí el fin de la monarquía inglesa:

Conocí a un viajero de una tierra antigua que dijo:

dos enormes piernas de piedra

yacen sin tronco en el desierto.

A un costado, en la arena,

semihundido, se halla un rostro destrozado

cuyo ceño fruncido, y labios arrugados,

y fría mueca de mando

delatan que su escultor

leyó correctamente esas pasiones,

que aún sobreviven estampadas

sobre objetos sin vida,

a las manos que la tallaron

y al corazón que las alimentó.

Y en el pedestal se leen estas palabras:

“Mi nombre es Ozymandias,

rey de reyes, contemplad mis obras,

oh poderosos, y desesperad”.

Nada queda a su lado.

Rodeando la decadencia

de estas ruinas

colosales, interminables y desnudas

se extienden, a lo lejos,

las arenas llanas y solitarias.

 

Posdata: este poema también da nombre al mejor episodio de la historia de la televisión.

9 de septiembre de 2022

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