Finales
Por Harold S.
Si hay algo interesante de las fechas de fin de año —más allá de las luces de navidad, la rica comida que algunos nos podemos dar el gusto de probar en mayor o menor proporción, las reuniones rituales e inútiles para cantarle a alguien que venga a nuestras almas, o el “beben y beben y vuelven a beber” que es lo único que se aprendieron de ese villancico, para bien, algunos tomadores que aprovechan estas fechas festivas para hacer de las suyas— es la consciencia que surge alrededor del final, esa consciencia colectiva de que algo irremediablemente se va a terminar.
El final de año es el tiempo de las nostalgias. El final de año es a veces un catalizador que hace surgir la consciencia de todos los demás finales, y los apachurra ahí, en unos cuantos días, como si en un intento de desmadre de la memoria y el corazón algo por dentro de nosotros creyera que puede cargar de sopetón con todo eso. Y no solo cargarlo, sino después, de alguna manera, descargarse de eso.
Los finales son pesados sobre todo para quienes despiertan una alta comprensión sobre todo aquello que no va a volver, para los que nos la pasamos rumiando, como vacas, lo que inició, los detalles, los cambios sobre la marcha, lo inesperado que dejó de serlo después de que ocurrió, lo que fue y lo que pudo ser.
Que los seres humanos somos esa resistencia contra la cual chocan el pasado y el futuro, o sea, una interrupción en un solo flujo para después crear dos, es lo que nos define según Kafka. En otras palabras, los seres humanos somos el presente, la fuerza que se clava en el tiempo y es golpeada por los torrentes del pasado y el futuro. Con eso tenemos que cargar si vivimos de verdad: con lo que fue y con lo que puede ser, sin renunciar en ningún momento a que somos enteramente presente. Somos la memoria, la imaginación y las acciones (que sólo tienen lugar en el “hoy”).
![Tigre mariposa Pedro Ruiz.webp](https://static.wixstatic.com/media/9ed314_0e787a7e62e94e6a8d9a6f698369bba9~mv2.webp/v1/fill/w_581,h_293,al_c,lg_1,q_80,enc_avif,quality_auto/Tigre%20mariposa%20Pedro%20Ruiz.webp)
Imagen: Gran tigre mariposa. 2009. Pedro Ruiz. Tomada de: https://www.pedroruiz.co/
La nostalgia, si es tratada bien, es una gran generadora de sabiduría, es decir, es una pasión que nos puede ayudar a responder esa pregunta que está en el pináculo de las preguntas importantes: “¿Cómo puedo vivir mi vida?”. Pero es una pasión triste, una pasión agridulce (¿como todas las pasiones?), una resistencia interna del presente y el futuro en favor del pasado. La nostalgia, mal tratada, nos quita la vida, es una amarga consejera que nos dice “¿qué tienes tú? Todo lo que tenías ya se te fue de las manos… y todo lo valioso está atrás”, y así nos anula para vivir la experiencia del presente, que es lo que tenemos. Pero qué difícil es lidiar con la nostalgia, recurrente amiga, porque aparece en alegrías y tristezas indistintamente, y siempre está ahí, siempre…
En fin, lo importante de los finales no es lo que ya no va a volver, sino los nuevos comienzos. Lo importante de los finales es que son la ocasión para hacerle una burla a la entropía, al menos por unos momentos, e iniciar algo distinto. Por eso mismo lo difícil de afrontar los finales es tener que afrontar que nos toca, sí o sí, intentar algo nuevo. Así que aprovecho este final de texto, que además es mi último texto del año en el último día del año, para preguntarles a ustedes y preguntarme a mí: ¿Qué tal si intentamos algo que valga la pena, algo que honre todo lo que somos, es decir, algo nuevo que honre todos esos finales que llevamos dentro?
Feliz nuevo año.
31 de diciembre de 2022