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Por Harold S.

 

Puede que a veces se pongan tiernos y hablen de la dignidad de los pueblos y otros conceptos que hoy están vacíos y vaciados, pero lo común es que se hable de la población a la que se gobierna —o a la que se aspira a gobernar— en términos de manada, de masa, de enjambre, de muchedumbre (eso es lo que contiene el concepto de "población" en últimas). La analogía del palo y la zanahoria es de lo más básico en términos de gobierno de masas, aunque a veces tenga versiones más generosas como la de "pan y circo". 

     La idea es la siguiente: a una población se la gobierna en parte con viandas y beneficios, lo que hoy llamaríamos "derechos sociales", pero también, y sobre todo también con palo. Está mal engordar con zanahorias a una mula porque se vuelve vaga, perezosa y rebelde. Si la mula se queda tiesa ante la orden del amo, hace falta darle palo. Ahora, tampoco se puede darle solo palo porque qué mula en huesos tiene energía para reaccionar a la orden violenta del amo. De las dos maneras se quedaría aplastada: en una rechoncha, en la otra moribunda. 

 

     Grosso modo este es el modelo de gobierno moderno, inclusive el que hoy llamamos "democrático". Tiene sus versiones más complicadas: las que agrandan las variedades y versiones de la zanahoria (los derechos constitucionales, por ejemplo) y cambian, al mismo tiempo, las formas del palo. Hay palos que se llaman "armas no letales". Hay palos que osan llamarse, literalmente, “diálogo”.

No hay zanahoria sin palo

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     Las ironías están a pedir de boca. Pero voy a lo que nos corresponde: la propuesta de campaña de Petro de desmontar el ESMAD. En el numeral 4 de su plan de Gobierno, especialmente en el subtítulo 4.2 (“Por una seguridad humana que se mida en vidas”), la campaña Petro establecía lo siguiente: “Una Policía civil para la vida y la seguridad humana. El redimensionamiento de la Policía Nacional conforme al mandato constitucional implica que sea reubicada bajo el Ministerio del Interior o de Justicia (Alemania y E.E.U.U son ejemplo de ello). Nuestra prioridad será recuperar, a nivel institucional y operativo, el carácter civil del cuerpo policial y de acuerdo con ello, redefinir sus funciones y prioridades, que incluyen el desmonte del ESMAD y el tránsito a una nueva fuerza orientada a la solución pacífica e inteligente de conflictos” (negritas y cursivas nuestras).

 

     Puede que haya diferencias de interpretación, como la que hoy trae a la opinión pública el nuevo director de la Policía, Henry Sanabria (es mejor que nos aprendamos estos nombres), al decir que las “transformaciones al ESMAD se basan en lo planteado por la campaña del presidente Gustavo Petro”. Pero vemos como en una misma oración se establece que “nuestra prioridad”, en términos de seguridad, “será el desmonte del ESMAD”, y eso se dijo constantemente en campaña. Ojo, una prioridad de desmonte, no de reforma o transformación. Claro, también habla del tránsito a una “nueva fuerza”. Y siempre que se habla de fuerza en términos de gobierno se refieren a “violencia”, solo que no usan un término tan arrollador para que las mulas no se asusten.

 

     No nos digamos mentiras y establezcámoslo de una vez: el ESMAD no se va a desmontar. Néstor Rosanía, director del Centro de Estudios en Seguridad y Paz, y analista de referencia, dice lo siguiente: “Como analistas sabemos que el ESMAD no puede desaparecer porque todas las policías del mundo necesitan un cuerpo antidisturbios, pero lo que se debe transformar son los protocolos del uso de fuerza” (negritas nuestras). ¡Por supuesto que vamos a cambiar la página del ESMAD! Vamos a pasar la página de un palo negro a la de un palo azul rey y blanco.

 

     El presidente Petro, por mucho que lo veámos en fotos visitando regiones y con muchedumbre de manos pobres y olvidadas lanzándose hacia él, no puede ni quiere desmontar al ESMAD. El Estado, que basa sus instituciones en el potencial uso de la violencia legal, no puede darse ese lujo. Ya el alcalde de Funza estaba quejándose —y trasladando sus imposibilidades de tres años en materia de seguridad— diciendo que el presidente los había dejado maniatados porque no podían hacer uso de la fuerza ni capturar a vendedores de drogas y a "gente mala" de los parques y espacios “públicos” para que fueran tomados por la "gente buena".

      También están los que dicen, ante los argumentos del desmonte (que se basan en experiencias de violencia instrumental y en reportes como los de la ONG Temblores), que si acaso prefieren el arma desnuda del policía al gas hace cinco años vencido que dispara el ESMAD; que si prefieren el arma desnuda del policía que puede matar al arma “no letal” que puede quitar los ojos y mutilar, e inclusive matar, pero solo de vez en cuando o si se está de mala suerte frente al arma “no letal”.

 

     Es un eufemismo hablar de armas “no letales”, pero ya hablaremos de eso en otra ocasión. Por lo pronto, echemos las esperanzas por el suelo, si es que había algunas, y pensemos en esto: Si tememos perder un ojo o nuestra vida cada vez que nos manifestamos, ¿estamos ejerciendo ese derecho libremente?

28 de agosto de 2022

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