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Administración y banalidad

Foto del escritor: Harold S.Harold S.

En la columna anterior, intitulada La banalidad del mal, abordé en qué consiste ese concepto (tal y como Arendt lo acuñó) y lo usé para analizar un par de casos, en especial el de Diego Molano y su trayectoria como funcionario público. Ahora haré una síntesis de cómo operan las burocracias y cuáles son algunos de los mecanismos internos que facilitan la propagación de la banalidad del mal.


Que el mal sea banal significa que no tiene raíces. Más que a un árbol grande, frondoso y de raíces profundas, digamos un Guayacán, el mal se asemeja a un hongo que rápidamente se propaga sobre una superficie vegetal gracias a sus esporas. Así, bajo unas condiciones de humedad y sombra mínimas, en poco tiempo puede reproducirse sobre toda un área sin mayor esfuerzo. Pues bien, lo que debería preocuparnos en materia política no es que exista el mal o que éste sea inherente a la naturaleza humana, sino que existen las condiciones, cada vez en proporciones mayores, para que éste se esparza sin encontrar resistencia alguna.


La mayoría de instituciones se han formado de tal manera que, para su funcionamiento, requieren de personas como Eichmann y Molano. Personas que sean operativas, obedientes, con el vocabulario justo para inventarse clichés que los libren de pensar y con los que puedan justificar su conducta y sus modos de proceder; prestos para cumplir con sus deberes, muchas veces interiorizados, hasta las últimas consecuencias (o sea, sin conocimiento alguno de las consecuencias de lo que hacen, por eso mismo dispuestos a ir a por todo).


La administración pública, encargada de la ejecución del gobierno por medio de diversos mecanismos operativos, conformada por eso que llamamos “burocracia” (el gobierno del buró, de las oficinas), tiene una alta inclinación a adoptar estructuras que alejen de la realidad a sus funcionarios, limitándoles la visión de los efectos que tiene lo que sea que pongan en marcha. No obstante, creo que el problema no es el aparato burocrático como tal (que puede devenir en esa forma de gobierno a la que Arendt le tenía pavor y a la que llamaba “el gobierno de Nadie”), porque buena parte de los prejuicios sobre las burocracias públicas vienen de una postura ideológica particular (el liberalismo económico, en especial el neoliberalismo) que las considera corruptas y corruptoras por naturaleza, todo lo contrario —dicen ellos— a las burocracias privadas que funcionan en el modelo empresarial (en el que, dicho sea de paso, cada trabajador es un empleado, y como empleado le hacen creer no que trabaja para un patrón, donde se sabe un subordinado, sino que trabaja con la empresa, confundiendo el progreso y el “prestigio” de la empresa con su propio progreso y prestigio, como si fuera parte fundamental de ella, eliminando así, aparentemente, la relación laboral con un patrón, que solo se manifiesta como tal para sancionar una conducta indebida, es decir, por efectos disciplinarios), modelo este, privado, que adoptaron las burocracias públicas. Creo que el problema se centra en el marco que establece el funcionamiento de las burocracias (con su fuerte talante económico), y ese marco proviene del derecho administrativo o público.

Es innegable la estrecha relación histórica entre gobierno (a todos los niveles) y la banca privada. Todo apunta a que la economía puede ir bien y el país ir mal, sin problemas. Imagen tomada de: https://www.vanguardia.com/colombia/gobierno-tomo-nota-de-la-critica-de-sarmiento-angulo-MAVL128721

Conviene revisar lo que han hecho los abogados —esos expertos en justificarlo todo— de las burocracias. Y si hacemos una revisión juiciosa, quizá caigamos en cuenta de que nos conviene desjuridizar el marco de operación de las burocracias para que sean otras materias, otras disciplinas y un fuerte carácter político (es decir, un compromiso completo con la cosa pública: respublica) los que ayuden a construir unas nuevas formas de asumir la ejecución de un gobierno. ¿Por qué formular los planes de gobierno en metas, como si fuera una empresa privada, cuando la característica fundamental de un gobierno es lograr el bien común y no la rentabilidad económica? Si siguen como van, las burocracias sólo seguirán degenerando en máquinas con muchas ruedecillas para su funcionamiento que giran y giran sin saber que los planes que formulan de acuerdo a criterios de eficiencia y eficacia terminan generando hambre —a costas de generar un beneficio económico muy reducido que se entrega a manos de ciertas empresas—, deformando las instituciones que justifican su supervivencia mediante la degradación de miles de personas, y reemplazando cualquier concepción de ciudadanía por la de buenos funcionarios y empleados que no saben captar la realidad aunque la tengan ante sus ojos porque en el fondo, muy en el fondo, se conciben a sí mismos como máquinas operativas, es decir, un tipo camuflado, esta vez sí, de superfluas máquinas de guerra.


En una próxima entrega revisaré un par de casos sobre el funcionamiento nocivo de las burocracias de administraciones locales. El peligro de que el entramado administrativo y sus funcionarios se conciban a sí mismos como un eslabón técnico, una parte más en el proceso, es que terminan formulando y aplicando reglamentos, políticas públicas y criterios administrativos con impactos sobre cientos, miles y cientos de miles de personas con bajos o nulos cuestionamientos de los cuerpos de veeduría que las mismas administraciones forman. ¿Sabrán siquiera que eso también es maldad? ¿Se enteraron de que la maldad no solo es matar miles de personas sino también el que, mediante ciertas planeaciones y lineamientos, degraden las condiciones de vida de decenas, cientos y miles de personas, justificando los procedimientos con un progreso?

¿Recuerdan cuando se cayó el puente de Chirijara? Esta foto fue de su inauguración. Imagen tomada de: https://www.publimetro.co/noticias/2022/07/07/que-hacia-luis-carlos-sarmiento-angulo-junto-a-ivan-duque-en-la-entrega-de-la-nueva-calzada-chirajara-fundadores/

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