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El pasto está empeorando nuestros entornos verdes

Foto del escritor: Santiago Malagón RestrepoSantiago Malagón Restrepo

El pasto es quizá el tipo de vegetación más común en la ciudad contemporánea: desde las casas de los más acaudalados hasta los terrenos de los más humildes, incluso en los separadores verdes de nuestras autopistas, el pasto es omnipresente. Esta planta, que a primera vista parece inofensiva, provoca un inmenso derroche de energía, recursos y espacio y nos aleja de un manejo ecológicamente responsable de los espacios verdes, mientras su utilidad es casi nula.

Resulta extraño que le asignemos áreas tan extensas a una planta tan inútil, especialmente, cuando consideramos los problemas de escasez de espacio y falta de entornos verdes en nuestras ciudades. Fueron los aristócratas franceses e ingleses del siglo XVIII quienes inauguraron la particular costumbre de designar grandes porciones de tierra al pasto cortado a no más de 4cm. La idea de esta inusual práctica era exhibir riqueza y poder utilizando un recurso valioso, la tierra, de manera improductiva. La mejor manera de alardear resultaba ser emplear grandes cantidades de trabajadores (a menudo esclavos) para mantener la altura uniforme del césped.

Fue después de la Segunda Guerra Mundial que el césped dejó de ser un lujo. En Estados Unidos, el suburbio se convirtió en el máximo símbolo del sueño americano y del bienestar de la clase media. Junto al suburbio, la idea del césped impecablemente controlado con podadora eléctrica se volvió un ideal para el mundo entero.

El pasto ha evolucionado junto a los animales de pastoreo, y por eso tiene la habilidad de sobrevivir a amputaciones en su porción superior mientras sus raíces permanecen fuertes. Esto hace que sea muy eficiente compitiendo por recursos con otras plantas y acabando con la diversidad ecosistémica de grandes áreas. Además, el césped es en esencia un monocultivo, por lo cual siempre se verá desplazada la flora y la fauna autóctona. En otros países, el cultivo de pasto es aún más nocivo por el uso intenso de pesticidas y fertilizantes, los cuales suelen ser perjudiciales para la salud de humanos y animales. Hoy en día, se estima que, en los Estados Unidos, se utiliza casi un tercio del agua dulce disponible en el mantenimiento del pasto para césped.

El pasto no captura niveles de carbono significativos, pero su mantenimiento si implica una emisión considerable de partículas contaminantes y nocivas para la salud. El uso de podadoras eléctricas anula cualquier ventaja del pasto como filtro de carbono. Además, a menudo el pasto cortado es después recogido con ruidosos sopladores de hojas y retirado en bolsas plásticas, por lo cual se extrae materia orgánica del suelo y se deteriora lentamente la calidad de la tierra con cada podada. Son los trabajadores que manipulan estos aparatos quienes son más perjudicados, ya que además de inhalar partículas perjudiciales también sufren de disminución en su audición a largo plazo.

Irónicamente, cuando el pasto se corta muy bajo, la tierra absorbe mayor cantidad de agua lluvia. En algunos lugares la cantidad de agua es tan elevada que el mismo pasto muere y es común ver parches de tierra muerta donde los charcos han ahogado el pasto. Estos parches de tierra tienden a disminuir el aprovechamiento lúdico de los parques y por lo general son estéticamente desagradables. Por su parte, otras plantas tienen mayor capacidad de impedir que el agua se filtre a niveles excesivos en la tierra gracias a sus follajes densos, evitando los charcos y la sobrecarga de los canales de desagüe.

Pasto en mal estado en Bogotá. Foto tomada por Santiago Malagón Restrepo.

Entre las muchas plantas que se pueden utilizar como cobertura de tierra alternativa al pasto o en combinación con el mismo están: el trébol, el orégano, la manzanilla, el tomillo, la aspérula dulce, la hiedra, los helechos y el musgo. Estas plantas tienen propiedades aromáticas, absorben y retienen la humedad y requieren de menor mantenimiento. Adicionalmente, son amigables con la fauna (especialmente con los polinizadores) y, lo más importante, son estéticamente agradables. Ya en algunos separadores verdes de la capital colombiana es posible ver una gran diversidad de arbustos, flores, helechos, enredaderas y hierbas creciendo en armonía. Lo más importante es combinar el uso de plantas para evitar la esterilidad y la inutilidad del monocultivo, privilegiando la vegetación nativa.

Separadores verdes con vegetación variada en Bogotá. Foto tomada por Santiago Malagón Restrepo.


Reemplazar el pasto en los espacios verdes de nuestras ciudades es esencial para mejorar la calidad del aire, no solo al capturar más carbono, sino también porque los entornos estéticos incentivan más desplazamientos a pie o en bicicleta. Por su parte, la variedad de vegetación es esencial para proteger a los insectos y demás polinizadores. Estos últimos son indispensables para los cultivos adyacentes a la ciudad y también son un requisito para el redescubrimiento de la agricultura urbana como lo indican reconocidos urbanistas como Carlos Moreno y David Sim.

Aunque el pasto tiene cierta utilidad, sobre todo en porciones de parques en las que juegan niños y perros, su uso extensivo en antejardines y en separadores verdes resulta ser injustificable. Ya es hora de abandonar nuestra conformidad en relación con este monocultivo inútil y estéticamente deficiente. Es posible tomar acción para mejorar la calidad de nuestros espacios verdes abandonado la infecundidad obscena del césped por la variedad y la abundancia vegetal que integre de manera coherente la necesidad de una mejor calidad de vida en armonía con la biodiversidad.

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