El próximo domingo 29 de octubre los colombianos podremos ir de nuevo a nuestros puestos de votación para renovar nuestros gobernantes y representantes a nivel regional, sin duda uno de los temas que estará en mente de muchos a la hora de depositar la papeleta será la seguridad. La seguridad tradicionalmente ha sido un tema dominado por los políticos de derecha, quienes suelen ser más hábiles que sus colegas de izquierda cuando se trata de comunicar medidas fáciles de entender y simples de implementar como el aumento de pie de fuerza, la instalación de cámaras y el desmantelamiento de bandas de hurto y microtráfico. No obstante, es importante ir más allá de estas nociones reduccionistas sobre el tema de seguridad que contribuyen a ignorar otras posibles medidas para combatir este problema.
La seguridad de la ciudad no está proveída por la policía o por guardias en su totalidad, de hecho, la gran mayoría de la seguridad del entorno urbano es el resultado de constantes interacciones inconscientes entre ciudadanos del común, que ni siquiera se conocen entre sí. Si bien existen causas socioeconómicas estructurales complejas que contribuyen a que las ciudades colombianas sufran de altos índices de inseguridad, debemos reconocer que al transitar por la urbe, no sentimos el mismo nivel de prevención en todos los barrios y a toda hora. Por lo tanto, es importante intentar entender porqué algunas zonas, por sus mismas características, logran usar la presencia de sujetos extraños como un elemento disuasor del crimen y porqué en otros lugares la presencia de un sujeto extraño puede resultar alarmante.
Es necesario reconocer que existe una relación de retroalimentación entre la concurrencia de un espacio y su seguridad. Si una calle es percibida como insegura, los peatones la evitarán, haciéndola menos concurrida, lo cual la hará más insegura y, a su vez, más sola. Por lo tanto, es importante darle motivos a las personas para circular por las calles, en este sentido, una mixtura apropiada de usos residenciales y comerciales resulta indispensable. Las áreas monofuncionales de tipo residencial suelen ser menos concurridas y sus habitantes a menudo son temerosos de salir a ciertas horas. Además de una buena dosis de espacios comerciales, los equipamientos públicos como parques donde las personas hacen deporte y pasean sus mascotas, contribuyen enormemente en aumentar la concurrencia y por lo tanto, la seguridad de las calles.
La forma en que ubicamos equipamientos como parques en relación a las estructuras que los rodean es determinante ¿Por qué algunos parques están llenos de actividad constante y otros se experimentan como zonas lúgubres y solitarias que preferimos evitar? En general, los parques abandonados e inseguros suelen estar rodeados por “espacios residuales”, entornos casi sobrantes en los que no está planteada ninguna actividad o uso. Por ejemplo, los parques que están adjuntos a un gran muro de concreto o largas distancias de reja, suelen ser inseguros, ya que no hay una variedad de locales y residencias que incentiven a las personas a pasar por ahí. Los caños también contribuyen a disminuir la afluencia de los parques, ya que se convierten en barreras de aislamiento y separación que torpedean el ingreso y el egreso a las zonas verdes.
Las rejas, que intuitivamente transmiten una sensación de seguridad desde el interior de los conjuntos residenciales, también son un factor de creación de espacio residual. Muchos barrios al norte de la capital, se encuentran casi totalmente dominados por conjuntos residenciales completamente cercados por rejas y sus residentes son víctimas del crimen a pesar de gozar de mayor prosperidad socioeconómica. Las calles en las que solo hay rejas o muros, suelen ser inseguras, especialmente en la noche, ya que nadie tiene razón para transitar por ellas. Irónicamente, muchos conjuntos residenciales gozan de parques y jardines privados subutilizados por los mismos residentes, ya que es intuitivamente desagradable para los seres humanos permanecer en espacios poco concurridos. Lastimosamente, los espacios jurídicamente privados de uso colectivo tienden a ser desaprovechados y drenan la circulación de las calles.
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Imagen: foto de Ricardo Malagón.
Otras zonas de la ciudad, especialmente los enclaves bancarios, financieros, las zonas de oficinas y despachos son altamente transitadas de día, pero de noche se convierten a menudo en islas de soledad evitadas. Resulta entonces importante buscar una pluralidad de usos en todas las zonas urbanas, los negocios nocturnos como restaurantes, bares y discotecas, a menudo detestados por los vecinos, pueden jugar un papel positivo en la ciudad, si están adecuadamente distribuidos y regulados. La mixtura de usos también tiene otra ventaja, le posibilita a las personas vivir de manera más próxima a su lugar de trabajo, ahorrando tiempo y dinero en transporte, mientras simultáneamente contribuye a la concurrencia y seguridad de las calles.
La infraestructura vial para automóviles es otro gran culpable de la generación de espacios residuales peligrosos: los grandes intercambios viales, glorietas y puentes ondulantes a menudo se vuelven focos de inseguridad y suciedad. Por su parte, al lado de las grandes vías el gran número de conductores y automóviles contribuye poco para disuadir los robos violentos. En las vías más anchas, los puentes peatonales son a menudo evitados al anochecer y los oscuros pasadizos peatonales debajo de las grandes infraestructuras viales son temidos por la ciudadanía.
Los tenderos y los vecinos son elementos claves en la conformación de espacios urbanos seguros. Desde los balcones y las tiendecitas se aumentan los “ojos en la calle” lo que contribuye enormemente a desincentivar el crimen, como ya lo expresaba la urbanista Jane Jacobs desde los 60s. Los espacios de uso mixto generan ambientes sociales vibrantes en los que los individuos se conocen y forman redes de seguridad sin darse cuenta. Es poco probable que se cometa un atraco a mano armada, si el ladrón teme ser observado desde todas las esquinas e interpelado por una multitud de vecinos. Los balcones y las ventanas amplias son de gran ayuda, en muchos lugares de Europa las personas del común contribuyen a la seguridad de sus barrios asomándose por sus ventanas, mientras fuman un cigarrillo o disfrutan de un café. Aunque los aspectos discutidos en este artículo no resuelven el problema de los robos mediante la modalidad del “cosquilleo”, ciertamente son los hurtos violentos los más agraviantes para la ciudadanía y casi siempre son perpetrados en espacios solitarios y deshabitados.
En definitiva, la forma de la ciudad es clave a la hora de generar un ambiente de seguridad al incentivar el uso y la creación de espacios públicos frecuentados. Las calles fácilmente transitables, la disponibilidad de parques y otras infraestructuras como también la mixtura de usos residenciales, comerciales y recreativos son importantes a la hora de generar redes de seguridad ciudadana. Por su parte, los conjuntos residenciales y la infraestructura 'carro-céntrica' tienden a crear espacio residual peligroso. Es importante cuestionar las narrativas reduccionistas sobre la seguridad que se enfocan únicamente en la acción por parte de agentes de la ley y pensar cómo podemos construir entornos más prósperos que generen confianza en los ciudadanos. A la hora de pensar en seguridad, una buena planificación urbana puede ser más importante y eficiente que el despliegue de operaciones policiales.
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