A lo largo de la última década los carros eléctricos han tenido un aumento sustancial en popularidad y el futuro de la industria automotriz apunta hacia una carrera de desarrollo tecnológico para electrificar el transporte particular. El carro eléctrico parece ser el milagro que llevará a la humanidad a un futuro más sostenible. No obstante, esta tecnología tendrá un impacto positivo limitado en el ámbito ecológico por su dependencia de metales como el cobalto, el níquel y el litio y por su inhabilidad para solucionar los problemas estructurales de movilidad y transporte.
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Imagen tomada de: https://www.checkatrade.com/blog/cost-guides/electric-car-charger-installation-cost/
Aunque ciertamente los carros eléctricos reducen la emisión de partículas nocivas para el ser humano, los efectos perniciosos de la minería extensiva de los metales usados en baterías eléctricas para automóviles son devastadores. Para evitar la contaminación del suelo y el agua ocasionada por la producción y el desecho de baterías eléctricas, se necesitaría un gran esfuerzo de reciclaje y tratamiento por parte del Estado, una tarea costosa y riesgosa. Adicionalmente, para suplir la creciente demanda de estos metales, la industria minera tendría que aumentar su producción de manera ambientalmente insostenible. Además, dicha transición de combustibles fósiles a energía eléctrica pondría una enorme presión sobre las redes eléctricas y sistemas energéticos ya saturados que, a su vez, deben transicionar a formas de energía más sostenibles.
Adicionalmente, el alto valor de estos metales ya genera preocupaciones geopolíticas. La transición hacia los vehículos eléctricos podría significar también una transición de conflictos internacionales por combustibles fósiles a conflictos por metales escasos. Se podría ver un futuro en el que los países del sur global paguen los costos ambientales y geopolíticos de la tecnología verde de las potencias y países desarrollados. La dependencia de estos metales podría convertirse en un factor de inestabilidad macroeconómica a nivel mundial, tal y como el petróleo fue un factor central en la crisis del petróleo de la década de 1970 y en la actualidad la dependencia europea de gas ruso es un catalizador de la recesión mundial.
El carro eléctrico resulta ser una alternativa atractiva a primera vista ya que nuestras sociedades parecen querer continuar su adicción al modelo “carro-céntrico”, en el cual el automóvil adquiere una importancia central en la vida contemporánea, no solo porque se han configurado las ciudades alrededor del transporte particular, sino también porque los carros se han convertido en objetos de culto asociados a la libertad individual, el éxito, bienestar y comodidad. Ciertamente, la alternativa ecológicamente realista pasa por acciones mucho más profundas para reconfigurar no solo los sistemas económicos, sino también los entornos hacia el transporte público, la bicicleta y la transitabilidad peatonal. Estas soluciones realmente consecuentes con la magnitud del problema ambiental que produce el estilo de vida “carro-céntrico”, sin duda estarán en el centro de la discusión política en las próximas décadas.
¿Cómo se vería un futuro sin carros? Afortunadamente, ya podemos mirar hacia varias ciudades y países que empiezan a tomar medidas tangibles para eliminar el papel central que el transporte particular juega en la actualidad. De manera general, la transformación ecológica del transporte y el entorno urbano requiere de tres elementos esenciales: el robustecimiento del transporte público, la planificación policéntrica y la peatonalización.
El carro eléctrico resulta ser una alternativa atractiva a primera vista ya que nuestras sociedades parecen querer continuar su adicción al modelo “carro-céntrico”, en el cual el automóvil adquiere una importancia central en la vida contemporánea porque los carros se han convertido en objetos de culto asociados a la libertad individual, el éxito, bienestar y comodidad.
El robustecimiento del transporte público implica un mayor uso de la tecnología férrea y el diseño de sistemas eficientes y convenientes desde todos los puntos de las ciudades y los países, promoviendo la accesibilidad para las personas con movilidad reducida, una distribución ventajosa de las estaciones, y tarifas accesibles para toda la población. Dichas medidas, ya han sido tomadas en ciudades como Tallin, la capital de Estonia, donde todos sus habitantes pueden utilizar el sistema de transporte público de la ciudad de manera gratuita.
Por su parte, la planificación policéntrica es esencial para resolver la dependencia en sistemas extensivos de carreteras y autopistas del modelo automotriz. Las megaciudades generalmente han sido planeadas con una diferenciación tajante entre zonas residenciales, comerciales, administrativas y productivas que ha derivado en el surgimiento de ciudades dormitorio en las periferias. Esto ha ocasionado que todos los días una gran cantidad de personas deban ingresar a las urbes en carro a trabajar y deban emprender un éxodo tedioso para llegar a sus hogares. Estos viajes diarios de larga distancia que emprenden millones de personas alrededor del mundo producen trancones interminables y grandes emisiones de partículas dañinas, sin hablar de los costos del incontable tiempo perdido.
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Imagen tomada de: https://www.upi.com/Top_News/World-News/2022/07/23/tens-thousands-travelers-caught-customs-gridlock-port-of-dover-britain/1011658597628/
La planificación policéntrica implica una redistribución adecuada de funciones residenciales y otras actividades junto con una colocación estratégica de instalaciones públicas como hospitales, colegios, bibliotecas, etc. Dicho paradigma de planeación se enfoca en proveer todo lo que una persona necesita en un espacio reducido para desincentivar trayectos diametrales en la ciudad y promover el transporte en bicicleta o a pie. Un ejemplo importante de estas medidas es la idea de la “ciudad de 15 minutos'' que ya está siendo implementada por la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, quien propuso una reestructuración de los vecindarios donde todas las necesidades de los residentes son accesibles en 15 minutos en bicicleta o caminando.
Por último, la peatonalización resulta ser un elemento clave en la transición del carro a medios de transporte alternativos, ya que desincentiva el uso del vehículo particular y genera entornos acogedores para el peatón, promoviendo espacios públicos estéticos que produzcan arraigo en la población y donde se puedan dar un estilo de vida genuinamente saludable y social. Para imaginar cómo serían estos espacios públicos, se puede mirar hacia Barcelona, donde el plan “Superilla” del gobierno de la alcaldesa Ada Colau busca cerrar manzanas al tráfico en automóvil para generar espacios verdes en las intersecciones y extensos tramos caminables. Los pilotos de dicho plan ya han generado efectos positivos en el comercio y en la calidad del aire de acuerdo con expertos y la misma población.
En conclusión, el transporte en carro eléctrico no es una opción ecológicamente viable para la humanidad, pero existen soluciones que sí son genuinamente verdes. Sin embargo, estas alternativas requieren de transformaciones profundas de la manera de pensar, de los entornos y economías. Será necesaria una gran cantidad de pedagogía sobre la conveniencia e importancia de una reestructuración urgente hacia un futuro sin carros y se requerirá de un gran liderazgo político para persuadir a los electores de llevar a cabo estos ambiciosos esfuerzos colectivos realmente sostenibles.
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