Es natural que a las personas les haya parecido polémico el proyecto de ley que busca regular el alquiler de vientres. Y es que si se busca la regulación es porque esto ya es una realidad solo que en Colombia no se ha visibilizado tanto. Este proceso se ha hecho célebre porque muchas famosas gringas no quieren que su cuerpo se vea afectado durante el embarazo y buscan a mujeres (casi siempre extranjeras o pobres) para que presten su vientre y les dan un óvulo fertilizado para así gestar un bebé.
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Imagen tomada de: https://noticias.caracoltv.com/informes-especiales/proyecto-de-ley-para-regular-el-alquiler-de-vientres-en-colombia-esta-listo
Y es que si nos sorprende la antinaturalidad de este proceso es porque todos los animales (incluida nuestra especie) nacen después de ser gestados en el vientre de su madre. Esto no es solamente un proceso biológico sino que también crea un lazo psicológico, podríamos decir que incluso sentimental, entre su madre y la cría. Entonces, el que se pueda usar la tecnología para cambiar en este proceso nos lleva a preguntar, ¿quién es la madre de un hijo gestado en otro vientre? Tal vez en algún momento haya que cambiar esta definición.
El ministerio de justicia, en cabeza del ministro Néstor Osuna, busca legalizar esta práctica en Colombia equiparándola al proceso de adopción de un niño. Esto porque el que no haya una ley que regule la realización de este proceso ha llevado ya a que las personas lo estén utilizando para crear un mercado de alquiler de vientres. En redes sociales se han conocido casos y hay anuncios en los cuales las mujeres ponen en alquiler sus vientres por precios que oscilan entre los veinte a cuarenta millones de pesos.
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La otra cara de este tema tiene que ver con el proceso en sí que conlleva la subrogación uterina. Y es que este tipo de tecnología (la biotecnología) ha tomado nuevamente relevancia gracias a los avances científicos del último siglo. El que el ser humano pueda modificar su cuerpo y pueda “intervenir” en la gestación de la vida abre las puertas para preguntarnos hasta dónde se puede llegar.
Dejando de lado el estigma que esto conlleva en una mujer, porque se está utilizando su cuerpo para obtener un beneficio a través de un intercambio monetario, o los problemas morales que conlleva tratar seres humanos como mercancía, se pone sobre la mesa y vuelve a la discusión el tema del uso de la tecnología en la concepción de una nueva vida. Digamos que en la subrogación uterina no está tan presente la tecnología porque sigue siendo un vientre natural y un proceso normal. Sin embargo la fertilización ya no es natural porque se somete a la mujer “alquilada” a una fertilización in vitro, una práctica que también se ha regulado en los últimos años.
El que el ser humano intervenga en la vida no es algo nuevo. Podemos pensar por ejemplo en las prácticas culturales que surgen alrededor de un nacimiento. Primero en la concepción, después en la gestación y finalmente en la llegada de una nueva vida. Y es que si nos ponemos a pensar, por ejemplo, hasta hace algunos años solo se podía formar una familia (es decir gestar una o varias vidas) dentro de un matrimonio monógamo y heterosexual. También podemos pensar más comúnmente en que llevar cierta dieta durante el embarazo también conlleva cierto tipo de alteración. Pero estas prácticas culturales, que de cierta forma también intervienen en la vida de un individuo, no son comparables a la intervención de la tecnología en la vida. En este caso la tecnología permite que el óvulo fertilizado sea gestado en otro vientre e interviene directamente en cómo se gesta la vida.
Esto último ha llevado a que en algunos círculos científicos se haya pensado en que la vida no solo se puede intervenir mediante la tecnología sino que se puede hasta mejorar. Según esta concepción las enfermedades hereditarias como algunos tipos de cáncer o el alzheimer se pueden eliminar aún antes del nacimiento de una persona interviniendo el material genético en su gestación. Hasta aquí esta mejora iría en pos de evitar las enfermedades y hacer que la calidad de vida de una persona propensa a estas enfermedades mejore. Pero los científicos no se detienen allí. Porque, si se puede evitar una enfermedad al eliminarla del código genético, por qué no también agregar algunas mejoras en este proceso. Mejoras que irían desde algo más superficial como ser más alto o tener una mejor masa muscular hasta, no sé, poder llegar a tener un mejor desarrollo cognitivo que la media. O sea poder ser más inteligente desde antes de venir al mundo.
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Imagen: Huxley, Un mundo feliz – Aula de Filosofía de Eugenio Sánchez Bravo. 2001-2022
Esto puede llevar a que en un futuro no muy lejano las personas que se pueden permitir este tipo de biotecnología (porque es claro que no todo el mundo puede alquilar un vientre o permitirse una fertilización in vitro) generen una desigualdad, aún más grande que la que existe actualmente, en la que haya seres humanos superiores a la media mientras que los que no puedan “intervenir en la vida” se queden atrás.
La intervención del código genético del ser humano, hasta ahora, ha sido frenada en la comunidad científica por los intríngulis morales que ello lleva. Esto quiere decir que la comunidad científica, en teoría, no experimenta con seres humanos o no busca activamente que se pueda llegar en algún punto a mejorar o hasta a transformar el código genético. Pero prácticas como la de alquilar el vientre, que ya son una realidad, en pos de un beneficio personal, advierten que la mentalidad puede estar cambiando y abre las puertas a un mundo feliz de seres humanos gestados y traídos al mundo gracias los avances de la tecnología.
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