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El problema de la izquierda latinoamericana

  • Foto del escritor: Fabián Fonseca Trujillo
    Fabián Fonseca Trujillo
  • 8 oct
  • 4 Min. de lectura

Tras dos décadas de control del ejecutivo nacional el MAS perdió rotundamente las elecciones por la presidencia de Bolivia, cerrando (al menos de momento) uno de los proyectos de izquierda más sólidos en el continente en lo que va de siglo. Esto demuestra que hay errores que están significando el retorno de los viejos amos de la política que ya parecían desterrados de por vida en algunos países. El propósito de este artículo es fijarse en un factor que, a mi juicio, es uno de los más determinantes en el vaivén ideológico que vive América Latina. No es el único factor, pero creo que es uno de los más relevantes.

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Imagen: Evo Morales y Luis Arce, principales dirigentes del MAS. Tomada de: https://www.bbc.com/mundo/articles/c30z12lqegno


Primero hay que reconocer dos causas de ese problema, una histórica y otra de índole ideológica. La histórica se hunde en los propios orígenes de la modernidad con la colonización de América; mientras el norte global solidificó su industria, el sur se dedicó a la explotación de materias primas y como bien nos enseñó la Teoría de la Dependencia, ser productor de materias primas en la economía capitalista supone desventajas por fenómenos como el “deterioro en los términos de intercambio” (lo que significa, a grandes rasgos, que los productos industriales tienen un mayor incremento en su valor que las materias primas a lo largo del tiempo, lo que implica un aumento en las brechas de ganancias que reporta cada actividad económica). No hemos logrado salir de esa posición en la economía global. Seguimos siendo naciones eminentemente productoras de materias primas.


La segunda causa tiene que ver con el tipo de izquierda que ha tenido mayor éxito electoral en el siglo XXI en Latinoamérica: el progresismo. Creo que el problema de los progresismos latinoamericanos son ellos mismos; me explico: en los círculos teóricos de izquierda hay una cuestión que ha sido de gran debate, la de la reforma-revolución (de gran importancia para intelectuales bolivianos como Luis Tapia o Álvaro García Linera, pero cuyos trabajos no se analizarán en el artículo por temas de espacio); el debate gira en torno a si los cambios buscados necesitan un reformismo gradual o una revolución. Ambos escenarios tienen sus dificultades, empero, una de las mayores debilidades del reformismo es que no transforma de raíz las estructuras sociales, sino que mejora solo algunas de sus condiciones (reformas tributarias que hacen sistemas tributarios un poco menos regresivos, pequeñas mejoras de las condiciones laborales, un poco más de participación del Estado en lo público, etc.); transformaciones fácilmente reversibles con un cambio institucional. En este escenario reformista, los gobiernos progresistas no han hecho transformaciones sustanciales en la estructura económica, que se sigue basando en los mismos pilares que hace tiempo. Esto puede explicar (no del todo, pues los fenómenos sociales no son unicausales, pero sí en buena medida) lo que sucede con proyectos como los de Venezuela o Bolivia; depender de materias primas como los hidrocarburos es riesgoso, pueden tener momentos de auge, pero también tienen caídas que traen consigo crisis y descontento, que, a su vez, mueven con soltura a las masas hacia el otro extremo.

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Imagen: Rodrigo Paz (hijo y nieto de expresidentes de Bolivia) y Jorge Quiroga (expresidente de Bolivia), quienes disputarán la segunda vuelta en octubre. Tomada de: https://elpais.com/america/2025-08-17/elecciones-en-bolivia-2025-en-vivo.html


Acá se plantea una cuestión compleja, pues si bien la mayoría estamos de acuerdo en la necesidad de formar una verdadera industria que responda a los intereses del sur global, la pregunta es bajo qué precio. La Unión Soviética logró transformarse de un país dedicado a las actividades agropecuarias en una potencia industrial en pocos años; sin embargo, se hizo a costa de desastres como el del Mar de Aral. Yo no considero que debamos sacrificar a las otras formas de vida que habitan en el mismo territorio que nosotros, solo por competir con el norte global.


El poco avance industrial no es solo culpa de los gobiernos nacionales, tiene que ver, en realidad, con la estructura de la economía capitalista, pues está creada para que proyectos políticos que le sean contrarios fracasen (empezando con los indicadores de riesgo de inversiones que comienzan a aumentar cuando una fuerza medianamente de izquierda se asoma a la victoria electoral, hasta el uso de la violencia física con la organización de golpes de Estado, intervenciones militares, etc.). La historia ha demostrado, de momento, que un proyecto de sociedad no liberal requiere la destrucción de las estructuras sociales liberales a nivel global, un proyecto aislado no sirve, pues es fácilmente ahogado.


Creo que los progresismos seguirán apostando por el reformismo. Espero que, a pesar de eso, se den apuestas más fuertes por el fortalecimiento industrial y la transformación de las estructuras sociales y culturales modernas, teniendo en cuenta, sobre todo, la importancia de todas las formas de vida humanas y no humanas, lo más valioso de nuestro continente. Hasta entonces, los proyectos de izquierda seguirán fracasando y las rancias oligarquías retornando al poder.

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